Saludando a la comunidad que nos sigue por diferentes medios, compartiendo con ustedes una reflexión tomada de la Comunidad Jesuita para vivir como corresponde este tiempo litúrgico que se avecina:
No acabamos de convertirnos... Y posiblemente necesitamos otra Cuaresma el año próximo, y el siguiente; porque, dada nuestra limitación, seguro que quedará algo en nosotros que no acaba de rendirse a la gracia. Pero, ya que el Señor nos llama (y la Iglesia así lo predica) a vivir como hijos suyos en medio de esta generación perversa (Flp 2, 15), ¡a ver si esta vez lo tomamos en serio!
Llamada personal; ante todo porque nos llama DIOS, "rico en misericordia", el que se alegra por un pecador que se arrepiente y echa la casa por la ventana festejando la vuelta del pródigo que recobra la dignidad de hijo. Sabemos, además, que esa llamada de Dios tiene una fuente de perdón no hay pecado humano que se supere o la limite. Acercarnos a Cristo en el misterio de su Corazón nos permite precisamente a ver la revelación del amor misericordioso del Padre. Eso es convertirnos: descubrir su misericordia, ese amor paciente y benigno, fiel hasta las últimas consecuencias. El auténtico conocimiento de Dios es una constante e inagotable fuente de conversación, no sólo como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo del hombre que se convierte sin cesar a ese Dios misericordioso y benigno.
En segundo lugar, esa llamada es persona porque se dirige a la persona concreta que somos cada uno de nosotros, el que esto escribe y el que esto lee y el que esto oye, no "los otros", ni la "comunidad", ni "las estructuras", sino tú y yo. El Corazón de Dios sale en esta Cuaresma al encuentro de cada corazón humano.
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"Conviene que Cristo crezca y que yo disminuya"
Que el Señor nos bendiga y nos proteja.
Janepooh Bella Ragazza.
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